Gracias por entrar aquí. Gracias por asomarte a esta pequeña ventana desde la cual contemplar los trazos que tejen los hilos invisibles del infinito. Gracias por leerme, por escucharme con los ojos y percibir estas vibraciones en el interior de tu ser. No son simples palabras; son el mensaje oculto que nos comunica con el mundo que nos rodea. Porque cada palabra encierra un secreto, esperando revelar sus misterios, como una botella flotando en el océano portando en su interior un texto preservado para el viajero afortunado que la encuentre.
El idioma es como la materia. Al igual que la materia compuesta por elementos más pequeños, los átomos, también al idioma lo podemos descomponer en entes más reducidos que son las palabras. Los átomos, a su vez, adentrándonos más profundo en la materia, se componen de partículas más diminutas, como son los electrones, protones y neutrones. Por parte del idioma, y siguiendo este hilo comparativo, las palabras las descomponemos en letras. Aquí no tenemos tres elementos como en los átomos, sino un conjunto de vocales y consonantes que estructuran el tejido de un idioma. Claro que sí, podemos llevar más lejos la mirada microscópica y llegamos a componentes más sutiles, tanto en la materia como en el idioma. Debajo de las partículas atómica encontramos otras partículas, un zoológico de ellas, que luego nos velan la realidad, de la cual sólo podemos recurrir a aproximaciones para saber qué hay debajo de todo, dónde se origina la materia como tal. Sí, la energía es la respuesta más vaga y general que, hasta cierto punto, sacia nuestra sed de curiosidad. Y como la energía es, hasta donde podemos teorizar, vibración, llegamos a la misma deducción con las palabras. Son vibración. De esta forma, las palabras vibran, emiten energía, resuenan en nuestro ser con una sutileza armónica, casi musical.
Ya la fonética nos trataba de explicar esto mismo de manera vaga y superficial, dándole un tratamiento genérico a cada elemento del lenguaje. Algunas palabras suenan bonitas, agradables; otras, en cambio, nos parecen repulsivas y nos causan enfado. El efecto psicológico de cada palabra es innegable. No sólo son las palabras, también es la entonación con las que las pronunciamos, así como el contexto donde nacen y son acogidas. Con las palabras podemos bendecir, o podemos maldecir. No parecen negarse a obedecernos, y en ello radica nuestra salvación o nuestra condenación. "Por tus palabras serás condenado o justificado", reza más o menos así, un pasaje bíblico. Sin embargo, cada palabra se antojara que fue creada con vida propia y con un fin particular. Es tan vasto este universo lingüístico, que por eso se han escrito ciento, miles, millones de páginas de sabiduría a lo largo de la historia, todas con un finalidad, de perpetuar y transmitir el conocimiento a las demás, y a las posteriores generaciones a lo largo del tiempo.
Como ya mencionamos, cada palabra parece tener vida propia, un fin en sí mismo. Cada palabra en cada idioma ha recorrido un largo camino a través de los siglos para llegar a nosotros con variaciones, matices, transformaciones, o, si no han llegado a sufrir alteración, de cualquier forma, todas y cada una tiene un propósito específico. Son como llaves que abren misterios, que abren ventanas a nuevos horizontes, que despiertan una magia única. Alí Babá lo sabía, y por eso pronunciaba las palabras «Ábrete, Sésamo!» o «Ciérrate, Sésamo!», palabras únicas que obraban de manera portentosa sobre la materia. Las palabras correctas abrían la puerta; con otras palabras exactas, cerraban la puerta. Pronunciar otras no produciría el efecto deseado. Tenían que ser exactamente esas. De lo contrario, la puerta permanecería inmóvil guardando sus tesoros.
Así como esas palabras inmateriales pronunciadas por tan inconfundible personaje servían como llave para mover una puerta material, de la misma manera las mismas palabras pueden darnos acceso a mundos visibles e invisibles, llevarnos a la grandeza o a la decadencia. Nosotros vamos configurando nuestro interior como hace un informático al escribir código de computadora. Las instrucciones precisas llevan a acciones deseadas e indeseadas. El gran imperio de la computación se ha construido con palabras, o, más precisamente, con instrucciones, con código, una mezcla de palabras, letras, números, y caracteres alfanuméricos. ¿Cómo está constituido nuestro mundo interno? ¿Acaso no asemejará a este mundo informático?
Más allá de lo metafísico, el factor psicológico es la pista que nos lleva a desvelar los misterios detrás del empleo de los mantras tibetanos. Una simple palabra, «Om», puede transformar de formas inimaginables a un ser humano. Gracias a la meditación y la pronunciación mental de este mantra, «Om», estos seres místicos pueden derretir bloque enormes de hielo, doblar espadas, no con sus manos, sino con su cuerpo. Hazañas realizadas que tuvieron como punto de partida una palabra repetida constantemente, concentradamente durante muchos años.
Vemos, pues, que las palabras no son meros adornos en las hojas de libros. Cada palabra tiene poder. Cada palabra es el eco de una energía tan grande como el Universo. Cada montaña puede ser descrita, aunque no abarcada, por las palabras. Cada río arrastra tras de sí millones de palabras hacia otro ser inmenso, que es el océano capaz de albergar infinidad de palabras. Las estrellas son palabras, son energía. El Universo en su totalidad, ha sido hecho palabra. Pues, "La Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros". También cita bíblica esta última, que reza más o menos así. Pero nadie quiere ser etiquetado ni ser encerrado por las palabras. Las palabras no encierran la realidad; la realidad las trasciende; la realidad es... simplemente es...
Bueno, esta reflexión acerca de la vibración, de la música que mágicamente llevan dentro de sí las palabras, no tiene otra finalidad que el de darnos cuenta que ellas son una creación extraordinaria y que las pasamos desapercibidas a cada día. Pero ellas nos construyen, o destruyen. Son parte de nuestra existencia. Son parte de nuestra esencia. Despiertan en nosotros sentimientos, emociones, ideas, visiones, creaciones, que luego transmitimos en palabras.
Pronunciemos interiormente la palabra "Infinito" y quedémonos en silencio durante unos momentos, o quizá más tiempo. Lo que esta palabra nos evoca en nuestro interior puede llevarnos a despertar a mundos insospechados, mundos mágicos, mundos habitados por toda clase de seres, benévolos unos, amenazantes otros. Esos son los ángeles y demonios que llevamos dentro. Esa palabra, "Infinito", como todas sus congéneres, llevan en sí mismas una vibración especial, una melodía única que percibimos en nuestro interior como agradable o repugnante.
Aunque no aceptado por unanimidad por la comunidad científica, los experimentos de Masaru Emoto nos hicieron reflexionar acerca del poder que tienen las palabras sobre la materia, en este caso, sobre el agua. Palabras con significados positivos dejaban una impronta armónica en las muestras de agua; por otro lado, palabras con connotaciones negativas, creaban figuras caóticas. Lo que nos lleva a pensar que, efectivamente, pensamientos cargados de palabras que evoquen emociones negativas, provocarán daños en nuestro organismo y en nuestro ser. Por el contrario, alimentarnos de palabras positivas, que, a su vez hagan crecer en nuestro interior sentimientos elevados, nos abrirán el camino a una vida más plena y feliz. Recordemos que nuestro cuerpo está compuesto, en su mayor parte, de agua. Nuestro cuerpo oye. Nuestro cuerpo es receptivo. Nuestro cuerpo obedece. Nuestro cuerpo vibra en armonía con nosotros mismos, con nuestros pensamientos, con nuestras emociones, con nuestras palabras. Por eso es tan importante cuidar lo que decimos y lo que nos decimos.
Finalmente, tener presente que cada palabra es una semilla, una vibración, una armonía con magia propia, que, combinada con otras de sus naturaleza, podemos crear construcciones firmes y sólidas para nuestro propio carácter, para nuestros proyectos, para nuestro entorno, para contribuir a la creación de un mundo mejor. Cada palabra, escrita, desde una sencilla poesía, hasta una obra de sabiduría universal, nos guía con su propia melodía, a dejar trazos en el blanco lienzo del tiempo, así como en el cosmos infinito.
Y tú, ¿qué opinas? ¿Cuál es tu palabra favorita? ¿con cuál te identificas, cuál te hace sentir fuerza, plenitud, entusiasmo, alegría, paz, armonía?
Una vez más, gracias por descorrer este velo y asomarte a este mundo.
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